Sábado de la IV semana de Cuaresma
Primera lectura
En aquel tiempo, dijo Jeremías: “El Señor me instruyó y yo comprendí; él me explicó lo que hacían. Yo era como un manso cordero que es llevado a degollar, y no sabía lo que tramaban contra mí, diciendo: ‘Talemos el árbol en su pleno vigor, arranquémoslo de la tierra de los vivos y que su nombre no se pronuncie más’.
Ahora tú, Señor de los ejércitos, justo juez,
que sondeas lo más íntimo del corazón,
haz que yo vea tu venganza contra ellos,
porque a ti he encomendado mi causa”.
Salmo Responsorial
En ti, Dios mío, me refugio:
de mis perseguidores, sálvame.
No permitas que algunos, como fieras,
me destrocen y nadie me rescate.
R. En ti, Señor, me refugio.
Tú que llegas, Señor, a lo más hondo
del corazón humano,
Tú júzgame, Señor, según mis méritos;
conforme a mi inocencia, da tu fallo.
Apoya al hombre recto,
Pon fin a la maldad de los malvados.
R. En ti, Señor, me refugio.
Tengo mi escudo en Dios,
que salva a los de recto corazón.
Alabaré al Señor por la justicia
y cantaré el nombre del Altísimo.
R. En ti, Señor, me refugio.
Aclamación antes del Evangelio
Dichosos los que cumplen la palabra del Señor
con un corazón bueno y sincero,
y perseveran hasta dar fruto.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Evangelio
En aquel tiempo, algunos de los que habían escuchado a Jesús comenzaron a decir: “Éste es verdaderamente el profeta”. Otros afirmaban: “Éste es el Mesías”. Otros, en cambio, decían: “¿Acaso el Mesías va a venir de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá de la familia de David, y de Belén, el pueblo de David?” Así surgió entre la gente una división por causa de Jesús. Algunos querían apoderarse de él, pero nadie le puso la mano encima.
Los guardias del templo, que habían sido enviados para apresar a Jesús, volvieron a donde estaban los sumos sacerdotes y los fariseos, y éstos les dijeron: “¿Por qué no lo han traído?” Ellos respondieron: “Nadie ha hablado nunca como ese hombre”. Los fariseos les replicaron: “¿Acaso también ustedes se han dejado embaucar por él? ¿Acaso ha creído en él alguno de los jefes o de los fariseos? La chusma ésa, que no entiende la ley, está maldita”.
Nicodemo, aquel que había ido en otro tiempo a ver a Jesús, y que era fariseo, les dijo: “¿Acaso nuestra ley condena a un hombre sin oírlo primero y sin averiguar lo que ha hecho?” Ellos le replicaron: “¿También tú eres galileo? Estudia las Escrituras y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta”. Y después de esto, cada uno de ellos se fue a su propia casa.