Martes de la XIV semana del Tiempo ordinario
Primera lectura
“Han nombrado reyes sin contar conmigo,
han escogido príncipes sin saberlo yo.
Con su oro y su plata se han hecho ídolos,
para su perdición.
Tu becerro, Samaria, es repulsivo
y mi ira arde contra él.
¿Hasta cuándo serán incapaces de purificarse
los hijos de Israel?
Un artesano ha hecho ese becerro, que no es Dios,
por eso quedará hecho trizas.Siembran vientos y cosecharán tempestades;
su trigo no dará espigas, no producirá harina su grano,
y si la produce, los extranjeros se la comerán.
Efraín ha construido multitud de altares,
y sólo le han servido para pecar.
Aunque yo les escribiera todas mis leyes,
las ignorarían como si fueran de un extraño.
Aunque inmolen víctimas en mi honor
y coman su carne, no me dan gusto,
pues tengo presentes sus culpas
y castigaré sus pecados.
Por eso volverán a la esclavitud”.
Salmo Responsorial
Nuestro Dios está en el cielo,
y él ha hecho todo lo que quiso.
En cambio, los ídolos de los paganos son oro y plata,
son dioses hechos por artesanos.
R. Nosotros confiamos en el Señor.
Tienen boca, pero no hablan;
tienen ojos, pero no ven;
tienen orejas, pero no oyen;
tienen nariz, pero no huelen.
R. Nosotros confiamos en el Señor.
Tienen manos, pero no tocan;
tienen pies, pero no andan.
Que sean como ellos quienes los hacen
y cuantos confían en ellos.
R. Nosotros confiamos en el Señor.
Los hijos de Israel confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo;
los hijos de Aarón confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
R. Nosotros confiamos en el Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Yo soy el buen pastor dice el Señor;
yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, llevaron ante Jesús a un hombre mudo, que estaba poseído por el demonio. Jesús expulsó al demonio y el mudo habló. La multitud, maravillada, decía: “Nunca se había visto nada semejante en Israel”. Pero los fariseos decían: “Expulsa a los demonios por autoridad del príncipe de los demonios”.
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.