Viernes de la XXII semana del Tiempo ordinario
Primera lectura
Hermanos: Procuren que todos nos consideren como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios.
Ahora bien, lo que se busca en un administrador es que sea fiel. Por eso, lo que menos me preocupa es que me juzguen ustedes o un tribunal humano; pues ni siquiera yo me juzgo a mí mismo. Es cierto que mi conciencia no me reprocha nada, pero no por eso he sido declarado inocente. El Señor es quien habrá de juzgarme. Por lo tanto, no juzguen antes de tiempo; esperen a que venga el Señor. Entonces él sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas, pondrá al descubierto las intenciones del corazón y dará a cada uno la alabanza que merezca.
Salmo Responsorial
R. La salvación del justo es el Señor.
Pon tu esperanza en Dios, practica el bien
y vivirás tranquilo en esta tierra.
Busca en él tu alegría
y te dará el Señor cuanto deseas. R.
R. La salvación del justo es el Señor.
Pon tu vida en las manos del Señor,
en él confía,
y hará que tu virtud y tus derechos
brillen igual que el sol de mediodía. R.
R. La salvación del justo es el Señor.
Apártate del mal, practica el bien
y tendrás una casa eternamente
porque al Señor le agrada lo que es justo
y vela por sus fieles;
en cambio, a los injustos
los borrará de la tierra siempre. R.
R. La salvación del justo es el Señor.
La salvación del justo es el Señor;
en la tribulación él es su amparo.
A quien en él confía, Dios la salva
de los hombres malvados. R.
R. La salvación del justo es el Señor.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor;
el que me sigue tendrá la luz de la vida.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, los fariseos y los escribas le preguntaron a Jesús: “¿Por qué los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen oración, igual que los discípulos de los fariseos, y los tuyos, en cambio, comen y beben?”
Jesús les contestó: “¿Acaso pueden ustedes obligar a los invitados a una boda a que ayunen, mientras el esposo está con ellos? Vendrá un día en que les quiten al esposo, y entonces sí ayunarán”.
Les dijo también una parábola: “Nadie rompe un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque echa a perder el nuevo, y al vestido viejo no le queda el remiendo del nuevo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo revienta los odres y entonces el vino se tira y los odres se echan a perder. El vino nuevo hay que echarlo en odres nuevos y así se conservan el vino y los odres. Y nadie, acabando de beber un vino añejo, acepta uno nuevo, pues dice: ‘El añejo es mejor’”.