Memoria de San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir
Primera lectura
Hermanos: Sean todos ustedes imitadores míos y observen la conducta de aquellos que viven el ejemplo que les he dado a ustedes. Porque, como muchas veces se lo he dicho a ustedes, y ahora se lo repito llorando, hay muchos que viven como enemigos de la cruz de Cristo. Esos tales acabarán en la perdición, porque su dios es el vientre, se enorgullecen de lo que deberían avergonzarse y sólo piensan en cosas de la tierra.
Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos que venga nuestro salvador, Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo glorioso, semejante al suyo, en virtud del poder que tiene para someter a su dominio todas las cosas.
Hermanos míos, a quienes tanto quiero y extraño: ustedes, hermanos míos amadísimos, que son mi alegría y mi corona, manténganse fieles al Señor.
Salmo Responsorial
R. El Señor me libró de todos mis temores.
Bendeciré al Señor a todas horas,
no cesará mi boca de alabarlo.
Yo me siento orgulloso del Señor:
que se alegre su pueblo al escucharlo.
R. El Señor me libró de todos mis temores.
Proclamemos qué grande es el Señor
y alabemos su nombre.
Cuando acudí al Señor, me hizo caso
y me libró de todos mis temores.
R. El Señor me libró de todos mis temores.
Vuélvanse a él y quedarán radiantes,
jamás se sentirán decepcionados.
El Señor siempre escucha al afligido,
de su tribulación lo pone a salvo.
R. El Señor me libró de todos mis temores.
A quien teme al Señor,
el ángel del Señor lo salva y cuida
¡Prueben! Verán qué bueno es el Señor;
dichoso quien en él confía.
R. El Señor me libró de todos mis temores.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Dichoso el hombre que sufre la tentación
porque, después de haberla superado,
recibirá en premio la corona de la vida.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “”Yo les aseguro que si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna.
El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre””.