Memoria de Santa Lucía, virgen y mártir
Lectura I
Hermanos: Si alguno quiere enorgullecerse, que se enorgullezca del Señor, porque el hombre digno de aprobación no es aquel que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien el Señor alaba.
Ojalá soportaran ustedes que les dijera unas cuantas cosas sin sentido. Sopórtenmelas, pues estoy celoso de ustedes con celos de Dios, ya que los he desposado con un solo marido y los he entregado a Cristo como si fueran ustedes una virgen pura.
Salmo Responsorial
R. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Sé tú mi fortaleza y mi refugio,
mi muro de resguardo.
Pues eres mi refugio y mi fortaleza,
por tu nombre, Señor, guía mis pasos. R.
R. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
En tus manos encomiendo mi espíritu
y tu lealtad me librará, Dios mío.
Tu amor, Señor, me llenará de gozo
Cuando te hayas de mí compadecido. R.
R. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Líbrame del poder de mi enemigo
que viene tras mis pasos.
Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervo
Y por tu amor tan grande, ponme a salvo. R.
R. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Ésta es la joven virgen previsora,
a quien el Señor encontró en vela,
y que, al llegar el Señor,
entró con él a la boda.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco, previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada una un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó un grito: ‘¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’ Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando’. Las previsoras les contestaron: ‘No, porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo’.
Mientras aquéllas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él les respondió: ‘Yo les aseguro que no las conozco’.
Por eso, estén preparados, porque no saben ni el día ni la hora’’.