It’s called the Parable of the Good Samaritan. Not the Parable of the Bad Robbers, or the Heartless Priest, or the Uncompassionate Levite. In Jesus’ time and place, with its brutal violence, intractable polarization, and ethnic bigotry, he calls out a generous act of kindness to demonstrate, despite evidence and expectations to the contrary, the goodness that lies in every human heart.
In our time and place, with its violence, polarization, and bigotry, even the most eloquent are at a loss for words, unable to explain it all, much less make it right. We hunt for hope, hungry for somebody to say something that will help. This week, that help came to me from Stephen Jay Gould, the late scientist and writer, in an essay published shortly after 9/11. He observed that we mistakenly think that societies are made up of equal numbers of decent and depraved people. He writes,
…We need to expose and celebrate the fallacy of this conclusion so that, in this moment of crisis, we may reaffirm an essential truth too easily forgotten, and regain some crucial comfort too readily forgone. Good and kind people outnumber all others by thousands to one.
He points to what he names the “Great Asymmetry”:
…Every spectacular incident of evil will be balanced by 10,000 acts of kindness, too often unnoted and invisible as the “ordinary” efforts of a vast majority.
The Gospel of Jesus Christ is the story of relentless goodness, hope, confidence, and courage in the face of whatever evil threatens to take us down. Jesus died to convince us that death will never have the last word. We, as Christians, must witness to that great truth, now more than ever. Henri Nouwen says, “We don’t deny the darkness, but we choose not to live in it.” We have a duty, what Gould calls a “holy responsibility,” to record and honor, in the manner of the Good Samaritan, the “victorious weight” of innumerable little kindnesses when an act of evil threatens to distort our perception of ordinary human behavior.
Says Moses,
This command is not too mysterious and remote for you. No, it is already in your mouths and in your hearts; you have only to carry it out.
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Se llama la Parábola del Buen Samaritano. No la Parábola de los Ladrones Malvados, ni el Sacerdote Desalmado, ni el Levita Sin Compasión. En su tiempo y lugar, con su violencia brutal, polarización intratable e intolerancia étnica, Jesús levanta un generoso acto de bondad para demostrar que, a pesar de la evidencia y expectaciones de lo contrario, esa bondad yace en cada corazón humano.
En nuestro tiempo y lugar, con su violencia, polarización e intolerancia, incluso los más elocuentes no sabemos que decir, mucho menos saber hacerlo bien. Buscamos esperanza, que alguien diga algo que ayude. Esta semana, esa ayuda me llegó de Stephen Jay Gould, el difunto científico y escritor, en un ensayo que escribió poco después del 9/11. Observó que a veces pensamos erróneamente que las sociedades están formadas por un número igual de personas decentes y depravadas. Escribe,
… necesitamos exponer y celebrar la falacia de esta conclusión para que, en este momento de crisis, podamos reafirmar una verdad esencial que se olvida con demasiada facilidad y recuperar un consuelo crucial que se priva con demasiada facilidad. Las personas buenas y amables superan en número a todas las demás por miles a uno.
Él llama a esto la “Gran Asimetría”:
… Cada incidente espectacular de maldad será equilibrado por 10,000 actos de bondad, demasiado a menudo no notados e invisibles como los esfuerzos “ordinarios” de una gran mayoría.
El Evangelio de Jesucristo es la historia de la bondad, la esperanza, la confianza y el coraje frente a un mal que parece decidido a derribarnos. Jesús murió para convencernos de que la muerte nunca tendrá la última palabra. Nosotros, como cristianos, debemos dar testimonio de ello, especialmente ahora. Henri Nouwen añade: “No negamos que existe la oscuridad, pero elegimos no vivir en ella”. Tenemos el deber, lo que Gould llama una “santa responsabilidad”, de registrar y honrar, a la manera del Buen Samaritano, el “peso victorioso” de innumerables pequeñas bondades cuando un acto de mal amenaza distorsionar nuestra percepción del comportamiento humano ordinario.
Dice Moisés:
Estos mandamientos que te doy, no son superiores a tus fuerzas ni están fuera de tu alcance. Por el contrario, todos mis mandamientos están en tu boca y en tu corazón, para que puedas cumplirlos.