A familiar story worth hearing again these days:
Discerning the direction of his future ministry, a priest went to work at Mother Teresa’s home for the dying in Calcutta. When Mother greeted him, she asked, “What can I do for you?” He asked her to pray for him. “What do you want me to pray for?” she asked. He responded, “Pray that I have clarity.” She said no. She told him to let go of any clarity. When he commented that she herself seemed to have the clarity he sought, she laughed. “I’ve never had clarity,” the future saint said. “What I’ve always had is trust. So I will pray that you trust.”
In today’s reading from the Letter to the Hebrews, we hear that,
By faith Abraham obeyed when he was called…he went out, not knowing where he was to go.
Abraham didn’t know where he was going. Had he not been willing to let go of clarity and go forward in faith, he wouldn’t have made it to the next county. All he had to go one, we’re told, was that “he thought that the one who had made the promise was trustworthy.” That was enough.
In our public lives: peacemaking, politics, efforts for equity, and in our personal lives and all that they hold, where we’re going may be unclear, where to even start may be unclear. But the call has never been clearer: to say and do what needs to be said and done. Might we get it wrong? Of course! But God’s ability to make things right is always more powerful than our ability to get things wrong. Were that not the case, we’d have been goners long ago.
“By faith they obeyed when they were called.” May that someday be written about us.
***
Una historia familiar que vale la pena volver a escuchar en estos días:
Un sacerdote para discernir el rumbo de su futuro ministerio, fue a un trabajo con la Madre Teresa de Calcuta en su casa de enfermos terminales. La madre le dijo: “¿Qué puedo hacer por usted?” Él le pidió que orara por él. “¿Para qué quieres que ore?”, preguntó ella. Él respondió: “Pida que yo tenga claridad”. Ella dijo: “No”. Ella le dijo que debía soltar cualquier anhelo de claridad. Cuando él consideró que ella tenía la claridad que él estaba buscando, ella se rió: “Nunca tuve nada claro”, dijo la futura santa. “Lo que siempre tuve es confianza. Así que voy a orar para que confíes”.
En la lectura de hoy de la Carta a los Hebreos, escuchamos que,
Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, y sin saber a dónde iba, obedeció.
Abraham no sabía a dónde iba. Si no hubiera estado dispuesto a dejar de lado la claridad y avanzar con fe, no habría llegado al siguiente pueblo. Obedeció, nos dicen, “porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa.” Eso fue suficiente.
En nuestras vidas públicas: pacificación, política, esfuerzos por la equidad, y en nuestras vidas personales y todo lo que contienen, a dónde vamos puede no estar claro, por dónde empezar tampoco puede estar claro. Pero el llamado nunca ha sido más claro: decir y hacer lo que hay que decir y hacer. ¿Podríamos equivocarnos? ¡Claro! Pero la capacidad de Dios para hacer las cosas bien siempre es más poderosa que nuestra capacidad para hacer las cosas mal. Si ese no fuera el caso, todo se habría ido hace mucho tiempo.
“Por su fe, obedientes al llamado de Dios, y sin saber a dónde iban, obedecieron.” Que algún día se escriba sobre nosotros.