The Rev. Bernice King, daughter of the Rev. Martin Luther King Jr., says that her father was a freedom fighter and a civil rights leader, but his essence was something else. “He was a pastor,” says King. “He was a prophet. He was a faith leader…We can never forget…that it was faith and the spirit of God itself that fueled, that infused the movement that led to great change and transformation.”
Like Dr. King, we live in a time that begs for courageous truth telling. Addressing the apostles’ reticence to speak up, Jesus says today, “Fear no one. Do not be afraid of those who kill the body but cannot kill the soul.”
The universal synod was in the news this week as the Vatican published the working document outlining the parameters for ongoing discussions. The document centers on listening to the voices of those in Church and society who feel marginalized and excluded, including the poor, young people, divorced and remarried Catholics, and those seeking the ordination of women deacons and marriage for priests. And it includes Catholics who are LGBTQ+, and uses that term. That persons who identify as queer and those of all gender identities are now part of conversations about inclusion in the Roman Catholic Church—conversations at the highest level—is nothing less than remarkable in our slowly evolving tradition-based Catholic world. No, Church doctrine and practice won’t suddenly change. But welcoming the truth telling of all, the essence of synodality, is the seed of renewal and reform.
The Gospel of Jesus Christ is more than encouragement: it is courage itself. Jesus doesn’t offer a pep talk. He offers his very self. His heroic mission was animated by his intimate communion with his Father. Our dedication to the mission of courageous truth telling must be fueled by and infused with the same communion. We live Jesus. Jeremiah proclaims, “The Lord is with me, like a mighty champion.” Jesus is my champion. Remember that.
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La Rda. Bernice King, hija del Rdo. Martin Luther King Jr., dice que su padre era un luchador por la libertad y un líder de los derechos civiles, pero su esencia era otra cosa. “Era pastor”, dice King. “Era profeta. Era líder religioso… Nunca podremos olvidar… que fue la fe y el espíritu de Dios mismo lo que alimentó, lo que infundió el movimiento que condujo a un gran cambio y transformación”.
Al igual que el Dr. King, vivimos en una época que pide que se diga la verdad con valentía. Dirigiéndose a la desconfianza de los apóstoles a hablar, Jesús dice hoy: “No teman a los hombres. No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma.”
El sínodo universal estuvo en las noticias esta semana cuando el Vaticano publicó el documento que describe los parámetros para las discusiones en curso. El documento se centra en escuchar las voces de aquellos en la Iglesia y la sociedad que se sienten marginados y excluidos, incluidos los pobres, los jóvenes, los católicos divorciados y vueltos a casar, y aquellos que buscan la ordenación de mujeres como diáconos y el matrimonio para sacerdotes. E incluye a las personas LGBTQ+. Que aquellos que se identifican como queer y las de todas las identidades de género sean ahora parte de las conversaciones sobre la inclusión en la Iglesia Católica Romana, conversaciones al más alto nivel, es nada menos que notable en catolicismo basado en la tradición que evoluciona lentamente. No, la doctrina y la práctica de la Iglesia no cambiarán repentinamente. Pero dar la bienvenida a los que dicen la verdad, lo que es la esencia de la sinodalidad, es la semilla de la renovación y la reforma.
El Evangelio de Jesucristo es más que aliento: es valentía misma. Jesús no ofrece una charla de ánimo. Él se ofrece a sí mismo. Su misión heroica estaba animada por su íntima comunión con su Padre. Nuestra dedicación a la misión de decir la verdad valientemente debe ser alimentada e infundida con la misma comunión. Vivimos a Jesús. Jeremías proclama: “El Señor, guerrero poderoso, está a mi lado”. Jesús está a mi lado. Siempre recuerda eso.