One may look at the world and be troubled or cynical at how little grain, how little good, has come from century after century of sowing of God’s word. On the other hand, one might be amazed that God’s word has been as effective as it’s been, given the thorns and rocky ground, the world’s refusal to receive it. After all, here we are, 2,000 years after these words were spoken, since the seed was first scattered, still listening to them, still taking them seriously because they still matter.
In those troubling moments when God’s word seems ineffective, remember that, despite the odds, we are here. We ourselves needn’t have survived the world’s inhospitality, but a strength beyond our own, a wisdom and grace, has seen us through to this very day. We, faith-filled survivors, are God’s best hope that, in a neighborhood, a Church, a society, a creation that is groaning, God’s word will accomplish the purpose for which God sent it. We are the soil, the seed, the sower. The sowing continues as scheduled.
With high hopes for Pope Francis’ universal synod, with its inclusion of women and LGBTQ+ and other marginalized people, it’s good to remember that even when the failure rate is high, God still produces good in abundance. What encourages us forward is not focusing on our failures, but celebrating all that God has done, all that God has worked among and through us to grow something wonderful.
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Uno puede mirar al mundo y estar preocupado o cínico por lo poco que ha sido la cosecha, lo poco bueno, que ha salido siglo tras siglo de sembrar la palabra de Dios. Por otro lado, uno podría sorprenderse de que la palabra de Dios haya sido tan efectiva como lo ha sido, a pesar de a las espinas y el terreno pedregoso, la negativa del mundo a recibir su palabra. Después de todo, aquí estamos, 2.000 años después de que estas palabras fueron pronunciadas, desde que la semilla se dispersó por primera vez, todavía escuchándolas, todavía tomándolas en serio porque estas palabras siguen siendo importantes.
En esos momentos preocupantes cuando la palabra de Dios parece ineficaz, recuerda que, a pesar de las probabilidades, estamos aquí. Nosotros mismos no necesitamos haber sobrevivido al desamparo de este mundo, pero una fuerza más allá de la nuestra, una sabiduría y gracia, nos ha llevado a través de este mismo día. Nosotros, sobrevivientes llenos de fe, somos la mejor esperanza de Dios de que, en un vecindario, una iglesia, una sociedad, una creación que está gimiendo, la palabra de Dios logrará el propósito para el cual Dios la envió. Nosotros somos la tierra, la semilla, y el sembrador. La siembra continúa según lo programado.
Con grandes esperanzas para el sínodo universal, con su inclusión de mujeres y LGBTQ+ y otras personas marginadas, es importante recordar que incluso cuando la tasa de fallos es alta, Dios todavía produce el bien en abundancia. Lo que nos anima a avanzar no es enfocarnos en nuestros fracasos, sino celebrar todo lo que Dios ha hecho, todo lo que Dios ha trabajado entre y a través de nosotros para crecer algo maravilloso