Sábado de la primera semana del Adviento
Primera lectura
“Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén,
ya no volverás a llorar.
El Señor misericordioso, al oír tus gemidos,
se apiadará de ti y te responderá, apenas te oiga.
Aunque te dé el pan de las adversidades
y el agua de la congoja,
ya no se esconderá el que te instruye;
tus ojos lo verán.
Con tus oídos oirás detrás de ti una voz que te dirá:
‘Éste es el camino.
Síguelo sin desviarte,
ni a la derecha, ni a la izquierda’.El Señor mandará su lluvia
para la semilla que siembres
y el pan que producirá la tierra
será abundante y sustancioso.
Aquel día, tus ganados pastarán en dilatadas praderas.
Los bueyes y los burros que trabajan el campo,
comerán forraje sabroso,
aventado con pala y bieldo.
En todo monte elevado y toda colina alta,
habrá arroyos y corrientes de agua
el día de la gran matanza,
cuando se derrumben las torres.
El día en que el Señor vende las heridas de su pueblo
y le sane las llagas de sus golpes,
la luz de la luna será como la luz del sol;
será siete veces mayor,
como si fueran siete días en uno”.
Salmo Responsorial
Alabemos al Señor, nuestro Dios,
porque es hermoso y justo el alabarlo.
El Señor ha reconstruido Jerusalén
y a los dispersos de Israel los ha reunido.
R. Alabemos al Señor, nuestro Dios.
El Señor sana los corazones quebrantados
y venda las heridas,
tiende su mano a los humildes
y humilla hasta el polvo a los malvados.
R. Alabemos al Señor, nuestro Dios.
El puede contar el número de estrellas
y llama a cada una por su nombre.
Grande es nuestro Dios, todo lo puede;
su sabiduría no tiene límites.
R. Alabemos al Señor, nuestro Dios.
Aclamación antes del Evangelio
El Señor es nuestro juez, nuestro legislador y nuestro rey;
él vendrá a salvarnos.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.
Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les dijo: “Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente”.