The abbot was greatly distressed with the decline of his monastery. There were only a handful of monks left. They were demoralized and quarrelsome. One day the abbot came upon the rabbi who walked in the woods. When the abbot and the rabbi saw one another, they wept. Their heartache didn’t need explanation. The abbot asked the rabbi, “Can you give me some direction so the monastery will thrive again?” The rabbi said, “One of you is the Messiah.” He turned and continued his walk. The abbot returned to the monastery. The monks asked, “What did the rabbi say?” The abbot said slowly, “One of us is the Messiah.” “Which one?” they asked. “Is it Brother John? Or Brother Andrew? Could it be the abbot?” Gradually, things began to change at the monastery. The monks began to look for the Messiah in each other. They listened for the Messiah’s voice in each other’s words.
It’s awkward for a Christian to admit, but we, most of us, have no expectation whatsoever that we will ever come upon the Messiah. But what if we were on the lookout for the coming of Christ—at home, in school, where we work, maybe at Target? What if we began to look for the Messiah in each other, and listen for the Messiah’s voice in each other’s words? We might experience what Richard Rohr calls, “the always coming of Christ.” We might live as if Christ were here. Because, of course, he is. He’s always present. It’s we who aren’t.
Perhaps we might give it a go. Look for the Messiah, listen for the Messiah, in another. Wait for, watch for, the always coming Christ, the always present Christ. Things will begin to change.
***
El abad estaba muy afligido por la decadencia de su monasterio. Solo quedaba un puñado de monjes. Estaban desmoralizados y enojados. Un día, el abad se encontró con el rabino que caminaba por el bosque. Cuando el abad y el rabino se vieron, lloraron. Su angustia no necesitaba explicación. El abad le preguntó al rabino: “¿Puedes darme alguna dirección para que el monasterio vuelva a prosperar?” El rabino dijo: “Uno de ustedes es el Mesías”. Se dio la vuelta y continuó su paseo. El abad regresó al monasterio. Los monjes preguntaron: “¿Qué dijo el rabino?” El abad dijo lentamente: “Uno de nosotros es el Mesías”. “¿Cuál?”, preguntaron. “¿Es el hermano Juan? ¿O el hermano Pedro? ¿Podría ser el abad?” Poco a poco, las cosas empezaron a cambiar en el monasterio. Los monjes comenzaron a buscar al Mesías en los demás. Escucharon la voz del Mesías en las palabras del otro.
Es incómodo para un cristiano admitirlo, pero nosotros, la mayoría de nosotros, no tenemos ninguna expectativa de que alguna vez nos encontraremos con el Mesías. Pero, ¿qué pasaría si estuviéramos atentos a la venida de Cristo, en casa, en la escuela, donde trabajamos, tal vez en Target? ¿Qué pasaría si comenzáramos a buscar al Mesías en los demás, y escucháramos la voz del Mesías en las palabras de los demás? Podríamos experimentar “la venida siempre de Cristo”. Podríamos vivir como si Cristo estuviera aquí. Porque, por supuesto, lo es. Siempre está presente. Somos nosotros los que no lo somos.
Podríamos intentarlo. Busca al Mesías, escucha al Mesías, en otro. Esperen al Cristo siempre viniendo, siempre presente. Las cosas empezarán a cambiar.