“Sir, we would like to see Jesus,” some Greeks say to Philip today. Where might we direct them?
In his famous prayer, St. Patrick cries, “Christ behind me, Christ before me, Christ beside me, Christ in mouth of friend and stranger.” Pope Francis has written that we see what he calls “the prolongation of the incarnation,” that is, Jesus, in encounters with our brothers and sisters, both friends and strangers—especially in strangers.
In the field of multicultural learning, the term “cultural competence” connotes the achievement of a certain level of understanding of another culture. Since being at Ascension, for example, I’ve learned some Spanish, I’ve come to know Our Lady of Guadalupe, I’ve come to love posole, mole, tamales, and food with heat, and I now understand that an event doesn’t necessarily start at the time it’s scheduled to start. More critical than cultural competence, however, is what is called “cultural humility”: the admission that we’ll never arrive at complete cultural competence, the recognition of one’s limitations to fully appreciate the vastly different life experiences of those of other cultures. I can never know, for example, what it means to walk in the world with black or brown skin. I will never fully appreciate what it means to move one’s entire life and future from a pueblo in Mexico or Ecuador to a city in Minnesota. With cultural humility, I avoid assumptions and fear, and reserve space in myself to receive and honor another’s beliefs, customs, and values. Cultural humility respects the truth of the other’s experience and welcomes fresh wisdom.
“Christ behind me, Christ before me, Christ beside me, Christ in mouth of friend and stranger.” “Sir, we would like to see Jesus.” “Look around you. There he is, in both friend and stranger.”
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“Señor, quisiéramos ver a Jesús”, le dicen algunos griegos a Felipe hoy. ¿Hacia dónde podríamos mandarlos?
En su famosa oración, San Patricio exclamó: “Cristo detrás de mí, Cristo delante de mí, Cristo a mi lado, Cristo en boca del amigo y del extraño”. El Papa Francisco ha escrito que vemos lo que él llama “la prolongación de la encarnación”, es decir, Jesús está, en los encuentros con nuestros hermanos y hermanas, y en tanto amigos como en extraños—especialmente in los extraños.
En el campo del aprendizaje multicultural, el término “competencia cultural” significa el logro de un cierto nivel de comprensión de otra cultura. Desde que estoy en Ascensión, por ejemplo, he aprendido algo de español, he llegado a conocer a Nuestra Señora de Guadalupe, he llegado a amar el pozole, el mole, los tamales y la salsa picante, y ahora entiendo que un evento no necesariamente comienza a la hora programada para comenzar.
Más importante que la competencia cultural, sin embargo, es lo que se llama “humildad cultural”: la admisión de que nunca llegaremos a la competencia cultural completa, el reconocimiento de las propias limitaciones para apreciar plenamente las experiencias de vida muy diferentes de las de otras culturas. Nunca podré saber, por ejemplo, lo que significa caminar por el mundo con la piel negra o morena. Nunca apreciaré completamente lo que significa mover toda la vida y el futuro de un pueblo de México or Ecuador or Guatemala a una ciudad de Minnesota. Con humildad cultural, evito las suposiciones y el miedo, y abro espacio en mí mismo para recibir y honrar las creencias, costumbres y valores de los demás. La humildad cultural respeta la verdad de la experiencia del otro y da la bienvenida a la sabiduría fresca.
“Cristo detrás de mí, Cristo delante de mí, Cristo a mi lado, Cristo en boca del amigo y del extraño”. “Señor, quisiéramos ver a Jesús”. “Ahí está, tanto en amigos como en extraños”.