Today is the “Second Sunday of Easter,” which has also come to be celebrated as “Divine Mercy Sunday.” In the past, it was known as “Low Sunday,” a downgrade from last week’s festivity. And in some places, this is “Thomas Sunday,” since, for centuries, on this, a week after the Resurrection, we’ve heard the story of Jesus’ transformational encounter with the apostle a week after the Resurrection.
The 17th century Roman artist, Caravaggio, captured this scene is his painting, The Incredulity of Saint Thomas. There, Thomas doesn’t approach the wounded Jesus timidly but, with Jesus’ guidance, sticks his index finger under a sizable flap of flesh on Jesus’ chest. While Jesus winces ever so slightly, Thomas is all wonder. It’s a revelation for him. Jesus’ wound is a passage, a portal to Thomas’ belief that Jesus Christ is his Lord and God.
While Thomas has forever been called out for not having processed the whole passion, death, and resurrection deal after one week, I confess that I’ve been trying to figure it out for 66 years. Call me “Doubting Dale.” I’m still scared to let go of something or someone I don’t think I can live without, still hesitant to lean back, let go, loosen my grip, still slow to submit to the fact that I am not my lord and my god. After all these years, I still whine over my woundedness rather than recognize it as the passage, the portal, for union with Jesus Christ, an opportunity to know the Great Healer.
In the end, clearly, we will never ever figure it all out, because “My Lord and my God!” is not an intellectual assertion: It is a cry of the heart, a collapse into Mercy. It is the way from death to life.
***
Hoy es el “Segundo Domingo de Pascua”, y lo que también se ha venido a celebrar como el “Domingo de la Divina Misericordia”. En el pasado, se conocía como el “Domingo en Albis”, una degradación de la festividad de la semana pasada. Y en algunos lugares, este es el “Domingo de Tomás”, ya que, durante siglos, en este, una semana después de la Resurrección, hemos escuchado la historia del encuentro con Jesús que transformó al apóstol una semana después de la Resurrección.
El artista romano del siglo XVII, Caravaggio, capturó esta escena en su pintura, La incredulidad de Santo Tomás. Allí, Tomás no se acerca tímidamente al Jesús herido, sino que, con la guía de Jesús, mete su dedo índice debajo de un colgajo considerable de carne en el pecho de Jesús. Mientras Jesús hace una leve mueca, Tomás es todo asombro. Es una revelación para él. La herida de Jesús es un pasaje, un portal a la creencia de Tomás de que Jesucristo es su Señor y Dios.
Si bien Tomás siempre ha sido criticado por no haber procesado todo el asunto de la pasión, muerte y resurrección después de una semana, confieso que yo he estado tratando de entenderlo durante 66 años. Todavía tengo miedo de dejar ir algo o alguien sin lo que no creo que pueda vivir, todavía dudo en inclinarme hacia atrás, soltarme, aflojar mi agarre, todavía sigo lento a someterme al hecho de que no soy señor mío y dios mío. Después de todos estos años, todavía me quejo por mi herida en lugar de reconocerla como el pasaje, el portal, una oportunidad para conocer al Gran Sanador.
Al final, claramente, nunca lo resolveremos todo, porque “¡Señor mío y Dios mío!” no es una afirmación intellectual: Es un grito del corazón, un colapso en la Misericordia. Es el camino de la muerte a la vida.