The husband-and-wife acting team of Alfred Lunt and Lynn Fontanne credit their fifty-five-year marital and professional success to the fact that they were never impolite to one another. It seems like a relatively reasonable starting point for a marriage. Today’s gospel about laying down one’s life for another appears often at weddings, and appropriately so: a spousal commitment presumes such self-offering, self-giving. But Jesus is speaking here not of marriage, but of friendship—which, according to St. Thomas Aquinas, is the highest form of love.
It’s unlikely that any of us will be required to lay down our lives out of friendship as magnanimously as Jesus did. But can I at least lay down my mind,setting aside my opinions, out of friendship? Can I lay down my heart, setting aside my wants, out of friendship? Can I lay down my will, setting aside what I need right now, out of friendship?
As the living body of Christ, we’re the link in a chain of love—from the Father to Jesus, from Jesus to us, from us to others. For the Christian who “gets it,” there’s no reason to hang on to love and kindness as if they were scarce commodities, no need to be stingy or cheap. To be a Christian is to trust that life and love are immeasurably abundant, always available, always accessible. True to our lofty Ascension motto, let’s witness to “life in abundance” by laying down our mind, our heart, our will, if only for today.
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Los actores, Lunt y Fontanne, atribuyen los cincuenta y cinco años de su éxito matrimonial y profesional al hecho de que nunca fueron descorteses el uno con el otro. Parece un punto de partida relativamente razonable para un matrimonio, El evangelio de hoy que nos habla sobre dar la vida por el otro aparece a menudo en las bodas, y con razón: un compromiso conyugal supone la ofrenda de sí mismo, la entrega de sí mismo. Pero Jesús no está hablando aquí del matrimonio, sino de la amistad, que, según Santo Tomás de Aquino, es la forma más elevada de amor.
Es poco probable que a cualquiera de nosotros se nos exija dar la vida por amistad tan generosamente como lo hizo Jesús. Pero, ¿puedo al menos dejar mi mente, dejando de lado mis opiniones, por amistad? ¿Puedo dejar mi corazón, dejando a un lado mis deseos, por amistad? ¿Puedo dejar mi voluntad, dejando de lado lo que necesito ahorita, por amistad?
Como cuerpo viviente de Cristo, somos el eslabón de una cadena de amor, del Padre a Jesús, de Jesús a nosotros, de nosotros a los demás. Para el cristiano que lo entiende, no hay razón para aferrarse al amor y la bondad como si fueran bienes escasos, no hay necesidad de ser tacaño. Ser cristiano es confiar en que la vida y el amor son inconmensurablemente abundantes y siempre están disponibles. Fieles a nuestro elevado lema de la Ascensión, que hoy seamos testigos de “la vida abundante” entregando nuestra mente, nuestro corazón, nuestra voluntad, aunque solo sea por hoy.