The poet, Maya Angelou, describes her grandmother who raised her in Stamps, Arkansas, as “a tall cinnamon-colored woman with a deep, soft voice,” whose difficult life caused her to rely utterly on the power of God. Angelou envisioned Mamma “standing thousands of feet up in the air on nothing visible,” as she would draw herself up to her full six feet, clasp her hands behind her back, look up into a distant sky and declare, “I will step out on the word of God.” Angelou says, “I could see her flung into space, moons at her feet and stars at her head, comets swirling around her. Naturally it wasn’t difficult for me to have faith. I grew up knowing that the word of God has power.”
Jesus’ Ascension implies a certain absence. He has, after all, been lifted up and taken from our sight. But the Ascension at its heart doesn’t herald or celebrate Jesus’ absence, but a new kind of presence. Consider your own loved ones who have died. I think of my mother who died 21 years ago on the day before Mother’s Day. Of course, her presence now is complicated and elusive. But, as a good mom, she left me with all that I need to go on with life without her. And like a good mom, it seems she can be everywhere, no longer limited by time and space.
Were our parish named after St. Patrick or St. Anne or St. Óscar Romero we would be especially dedicated to them, with prayers and celebrations and shrines to honor them. We would aspire to imitate their virtues. Since we call ourselves the Church of the Ascension, let’s then be people of Ascension—not surrogates to some supposed absence of Christ but, true to our motto, witnesses to the abundant life of Christ’s true and real and constant and eternal presence. Let us confidently step out on the word of God and live our Ascension mission as robustly as ever in North Minneapolis: 134 years that have included wars, epidemics, economic depressions, and political and social upheavals, among other challenges. May we, the Church of the Ascension of 2024, give hope to the poor, the immigrant, the suffering, our neighbors, our pew mates, by the word we proclaim, ever confident that the Lord is working in and through and with us.
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La poeta, Maya Angelou, describe a su abuela quien la crió en Arkansas como “una mujer alta de color de la canela con una voz profunda y suave”, cuya vida difícil la hizo confiar completamente en el poder de Dios. Angelou imaginó a su abuela “de pie a miles de pies en el aire sobre nada visible”, mientras se levantaba hasta sus seis pies completos, juntaba las manos detrás de la espalda, miraba hacia un cielo distante y declaraba: “Voy a dar un paso adelante en la palabra de Dios”. Angelou dice: “Pude verla lanzada al espacio, lunas a sus pies y estrellas en su cabeza, cometas arremolinándose a su alrededor. Naturalmente, no fue difícil para mí tener fe. Crecí sabiendo que la palabra de Dios tiene poder”.
La Ascensión de Jesús implica una cierta ausencia. Él ha sido levantado y quitado de nuestra vista. Pero la Ascensión no anuncia ni celebra la ausencia de Jesús, sino un nuevo tipo de presencia. Piensa en tus propios seres queridos que han muerto. Pienso en mi madre, que murió hace 21 años, en el Día de la Madre. Por supuesto, su presencia ahora es complicada y esquiva. Pero, como buena madre, me dejó todo lo que necesito para seguir con mi vida sin ella. Y como buena madre, está en todas partes, ya no limitada por el tiempo y el espacio.
Si nuestra parroquia llevara el nombre de San Patricio, Santa Ana, o San Óscar Romero, estaríamos especialmente dedicados a ellos, con oraciones, celebraciones y santuarios para honrarlos. Aspiraríamos a imitar sus virtudes. Pero ya que nos llamamos a nosotros mismos la Iglesia de la Ascensión, seamos gente de la Ascensión, no sustitutos debido a una supuesta ausencia de Cristo, sino, fieles a nuestro lema, testigos de la vida abundante de la presencia verdadera, real, constante, y eterna de Cristo. Avancemos con confianza en la palabra de Dios y vivamos nuestra misión de Ascensión tan vigorosamente como siempre en el norte de Minneapolis: 134 años que han incluido guerras, epidemias, depresiones económicas y trastornos políticos y sociales, entre otros desafíos. Que nosotros, la Iglesia de la Ascensión del 2024, demos esperanza a los pobres, a los inmigrantes, a los que sufren, a nuestros prójimos, con la palabra que proclamamos, confiados en que el Señor está trabajando con nosotros.