Viernes de la XVIII semana del Tiempo ordinario
Primera lectura
Ya viene por el monte
el mensajero de buenas noticias,
que anuncia la paz.
Celebra tus fiestas, Judá, y cumple tus promesas,
porque el malvado no te volverá a invadir,
pues ha sido aniquilado.
El Señor restaurará la viña de Jacob,
que es el orgullo de Israel.
Los invasores la habían devastado,
habían destruido sus sarmientos.
En cambio, ¡ay de ti, Nínive, ciudad sanguinaria,
toda llena de mentiras y despojos,
que no has cesado de robar!
Escucha el chasquido de los látigos
y el estrépito de las ruedas,
los caballos que galopan,
los carros que saltan
y la caballería que avanza.
Mira el llamear de las espadas
y el centellear de las lanzas.
Contempla la multitud de heridos
y los montones de muertos,
la interminable cantidad de cadáveres
con los que uno se tropieza.
Arrojaré inmundicias sobre ti,
te deshonraré y te expondré a la vergüenza pública.
Y todo el que te vea huirá de ti y dirá:
“Nínive está destruida”.
¿Quién tendrá compasión de ti?
¿Dónde podré encontrar alguien que te consuele?
Salmo Responsorial
R. Yo doy la muerte y la vida.
El día de su perdición se acerca
y su suerte se apresura,
porque el Señor defenderá a su pueblo
y tendrá compasión de sus siervos. R.
R. Yo doy la muerte y la vida.
Miren que sólo yo soy Dios
y no hay otro fuera de mí;
yo doy la muerte y la vida,
yo hiero y yo curo. R.
R. Yo doy la muerte y la vida.
Cuando afile el relámpago de mi espada
y tome en mis manos la justicia,
yo me vengaré del enemigo
y le daré su merecido al adversario. R.
R. Yo doy la muerte y la vida.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los cielos, dice el Señor.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?
Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces dará a cada uno lo que merecen sus obras.
Yo les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán, sin haber visto primero llegar al Hijo del hombre como rey’’.