According to one wag,
More than at any other time in history, mankind faces a crossroads. One path leads to despair and utter hopelessness. The other, to total extinction. Let us pray we have the wisdom to choose correctly.
St. Luke strikes a similarly foreboding note as he introduces the ministry of John the Baptist, locating him and Jesus squarely in the crosshairs of Pontius Pilate, Herod, Annas, and Caiaphas, tyrants lined up against them. And if that weren’t daunting enough, Jesus’ spokesperson is John, wild and unpredictable. Yet, armed with God’s word, John boldly confronts these tyrants, the collective forces of worldly power. No one will prevent John from accomplishing his mission.
Merriam-Webster defines a “tyrant” as “an absolute ruler unrestrained by law or constitution”; synonyms include “oppressor,” “autocrat,” and “authoritarian.” Tyranny, whether political or personal, is not something apparently from which Jesus snatches us away. Instead, he enters into it, comes into our world, our lives. And so, we too, armed with nothing less than the companionship of God’s incarnate Word, are empowered to take on tyranny. No one will prevent Jesus from accomplishing his mission.
As we approach the Feast of Our Lady of Guadalupe, beloved by Mexicans and people across the Americas, we do so amid chilling threats of mass deportations of immigrants and their devastating human consequences. It is tempting to seek answers from the powerful, the elite, and the intelligentsia. Yet perhaps, following the lead of the Virgin of Guadalupe, we should first turn, not to the powerful, but to the poor. Mary could have appeared somewhere more glamourous than Tepeyac and to someone more influential than Juan Diego. But she entrusted her revolutionary message to the indigenous peasant. What wisdom do the poor, immigrants, and refugees have for us today? Echoing the words of the prophet Baruch: “See your children gathered from the east and the west”—and, we might add, from the south—“rejoicing that they are remembered by God.”
So, at this critical moment, we turn first to you—the poor, immigrants, and refugees—for wisdom, guidance, and strength. Time and again, you give witness to the hallmarks of authentic Christianity: relentless hope, unflagging faith, indefatigable resilience, and irrepressible joy, shining in the shadow of tyranny both political and personal, led by the vision of a glory beyond current circumstances. In Advent, and as we honor Our Lady and St. Juan Diego, you disrupt despair with your bold and brazen faith, hope, and love.
Up, Jerusalem! Stand upon the heights. See your children gathered from the east and the west, the north and the south, rejoicing that they are remembered by God. Led away on foot by their enemies they left you, but God will bring them back to you borne aloft in glory…for God is leading, with his mercy and justice for company.
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[Un renombrado escritor satírico dijo una vez:
Más que en cualquier otro momento de la historia, la humanidad se enfrenta a una encrucijada. Un camino conduce a la desesperación absoluta. El otro, a la extinción total. Oremos para tener la sabiduría de elegir correctamente.]
San Lucas suena ominoso cuando presenta el ministerio de Juan el Bautista, ubicándolo a él y a Jesús directamente a la vista de Poncio Pilato, Herodes, Anás y Caifás, tiranos alineados contra ellos. Y si eso no fuera lo suficientemente desalentador, el mensajero de Jesús es Juan, excéntrico según todos los indicios. Sin embargo, armado con la palabra de Dios, Juan se enfrenta audazmente a estos tiranos, las fuerzas colectivas del poder mundano. Nadie impedirá que Juan cumpla su misión.
La definición de un “tirano” es “un gobernante absoluto no restringido por la ley o la constitución”; Los sinónimos incluyen “opresor”, “dictador”, y “autócrata.” La tiranía, ya sea política o personal, no es algo de lo que Jesús nos arrebate. En cambio, él entra en todo, entra en nuestra historia, en nuestro mundo, en nuestras vidas. Armados con nada menos que la compañía de la Palabra de Dios encarnada, nosotros también tenemos el poder de enfrentar la tiranía. Nadie impedirá que Jesús cumpla su misión.
A medida que nos acercamos a la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, amada por los mexicanos y las personas de todo el continente americano, lo hacemos en medio de amenazas aterradoras de deportaciones masivas de inmigrantes y sus consecuencias humanas devastadoras. Es tentador buscar respuestas en los poderosos, la élite y los intelectuales. Sin embargo, tal vez, siguiendo el ejemplo de la Virgen de Guadalupe, deberíamos dirigirnos primero, no a los poderosos, sino a los pobres. La Morenita podría haber aparecido en un lugar más glamoroso que el Tepeyac y enviar a alguien más influyente que Juan Diego. Pero confió su mensaje revolucionario al campesino indígena. ¿Qué sabiduría tienen los pobres, los inmigrantes y los refugiados para nosotros el día de hoy? Haciéndose eco de las palabras del profeta Baruc: “Contempla a tus hijos, reunidos de oriente y de occidente”—y podríamos añadir, del sur—“gozosos porque Dios se acordó de ellos”.
Entonces, en este momento crítico, nos dirigimos en primer lugar a ustedes, los pobres, los inmigrantes y los refugiados, en busca de sabiduría, guía y fuerza. Una y otra vez, ustedes dan testimonio de las características del cristianismo auténtico: esperanza implacable, fe incansable, resistencia infatigable y alegría incontenible, brillando a la sombra de la tiranía, tanto política como personal, guiados por la visión de una gloria más allá de las circunstancias actuales. En Adviento, y mientras honramos a Nuestra Señora y a San Juan Diego, interrumpen la desesperación con su fe, esperanza y amor audaces.
¡Ponte de pie, Jerusalén! Sube a la altura, contempla a tus hijos,
reunidos de oriente y de occidente, del norte y del sur, gozosos porque Dios se acordó de ellos. Salieron a pie, llevados por los enemigos, pero Dios te los devuelve llenos de gloria…porque el Señor guiará, escoltándolo con su misericordia y su justicia.