Christmas is about finding life where you don’t expect to find life.
Unexpected life in Elizabeth: they called her “sterile” and “barren.” Unexpected life in Bethlehem: an out-of-the-way hick town. Unexpected, astonishing life in Mary: a 15-year-old peasant, a virgin, became the Mother of God.
Maybe we’ve given up on finding life in our tired spouse, tiresome kids, or exasperating parents. Or in the same old people we hang out with. Or in ourselves: Are we hopelessly resigned to an unhealed wound, a persistent grief?
Perhaps we might take a moment or two in the 62 remaining Advent hours to clear a path for life to emerge where we haven’t to date expected to find it. Might this be the time to welcome that for which our heart has been broken open and hollowed? Blessed will we be for believing that what’s spoken to us by the Lord will be fulfilled.
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La Navidad trata de encontrar la vida donde no esperas encontrarla.
Como la vida inesperada en Isabel: la llamaban “estéril”. La vida inesperada en Belén: un pueblito apartado. La vida inesperada y asombrosa en María: una campesina de 15 años, una virgen, se convirtió en la Madre de Dios.
Tal vez hemos renunciado a encontrar la vida en nuestro cónyuge cansado, en los hijos molestos o en los padres exasperantes. O en las mismas personas de siempre con las que salimos juntos. O en nosotros mismos. ¿Estamos irremediablemente resignados a esa herida sin cicatrizar, a ese dolor persistente?
Tal vez podríamos tomarnos un momento o dos en las 62/60 horas de Adviento restantes para despejar un camino para que la vida emerja donde hasta ahora no hemos esperado encontrarla. ¿Podría ser este el momento de dar la bienvenida a aquello por lo que nuestro corazón ha sido roto y vaciado? Bienaventurados seremos por creer que lo que el Señor nos ha dicho se cumplirá.