Last week we heard the prophet and fig farmer Amos declare,
Hear this, you who trample upon the needy
and destroy the poor of the land!
Never will I forget a thing [you] have done!
This week, we learn that Abraham has a long memory, too. In the end, he holds the rich man accountable for ignoring Lazarus. The man had more than a few opportunities to do something since Lazarus lay at his very door—like the regular opportunities I have, driving past the same encampments every day, passing the same people at exit ramps, encountering the same poor families in the neighborhood. Most days, I barely manage eye contact.
This week marks National Migration Week for U.S. Catholics, while the universal Church celebrates World Day of Migrants and Refugees next Sunday. Here at Ascension, we don’t rely on such annual events to inspire awareness and action, given that our community has, for 135 years, been created and recreated with an uninterrupted inflow of members from Germany, Ireland, Mexico, Guatemala, Nigeria, Haiti, Kenya, Ecuador, and elsewhere. We know firsthand what Pope Francis meant when he said that Catholic migrants and refugees revitalize the ecclesial life of communities that welcome them. “Sharing different expressions of faith and devotions,” he wrote, “offers us a privileged opportunity for experiencing more fully the catholicity of the People of God.” That is “Life in Abundance.”
Next weekend, we will invite you to sign on to an effort sponsored by the American bishops called, “The Cabrini Pledge.” Named after St. Frances Cabrini, herself an immigrant to this country and patron saint of immigrants, it is a commitment, among other things, to learn about the challenges encountered by migrants and refugees, and to encourage civic dialogue that places the human person and the sanctity of families at the center of policymaking. It is a promise to be keepers of hope for immigrants. It is a promise to do something. God, after all, will not forget a thing we have done.
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La semana pasada escuchamos al profeta y agricultor de higos Amós declarar,
Escuchen esto los que buscan al pobre
sólo para arruinarlo:
El Señor lo ha jurado:
“No olvidaré jamás ninguna de estas acciones”.
Esta semana, hemos aprendido que Abraham también tiene buena memoria. Al final, responsabiliza al hombre rico por ignorar a Lázaro. El hombre tuvo más de unas cuantas oportunidades para hacer algo, ya que Lázaro estaba a la entrada de su casa—como las oportunidades regulares que yo tengo, conduciendo frente a los mismos campamentos todos los días, cruzándome con las mismas personas en las esquinas y encontrándome a las mismas familias pobres en el vecindario. La mayoría de los días, ni siquiera puedo lograr hacer contacto visual con ellos.
Esta semana se celebra la Semana Nacional de la Migración para los católicos en los Estados Unidos, mientras que la Iglesia universal celebrará el próximo domingo la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. Aquí en Ascension, no dependemos de eventos anuales para inspirar conciencia y acción. Esto es debido a que nuestra comunidad ha sido creada y recreada durante 135 años con un flujo ininterrumpido de miembros provenientes de Alemania, Irlanda, México, Guatemala, Nigeria, Haití, Kenia, Ecuador y otros lugares. Sabemos de primera mano lo que quiso decir el Papa Francisco cuando dijo que los migrantes y refugiados católicos ofrecen energía nueva a la vida eclesial de las comunidades que los acogen. “Compartir expresiones de fe y devociones diferentes”, escribió, “representa una ocasión privilegiada para vivir con mayor plenitud la catolicidad del pueblo de Dios”. Eso es “La vida abundante.”
El próximo fin de semana, te invitaremos a inscribirte en un esfuerzo patrocinado por los obispos estadounidenses llamado “El Compromiso Cabrini”. Nombrado en honor a Santa Francisca Cabrini, ella misma inmigrante en este país y patrona de los inmigrantes, Es un compromiso, entre otras cosas, para aprender sobre los desafíos que enfrentan los migrantes y refugiados, y para fomentar un diálogo cívico que coloque a la persona humana y la santidad de las familias en el centro de la formulación de políticas. Es una promesa de ser portadores de esperanza para los inmigrantes. Es una promesa de hacer algo. Y sabemos que Dios, después de todo, no olvidará jamás ninguna de estas acciones.