In a 2015 speech in Bolivia, Pope Francis said:
When we look into the eyes of the suffering, when we see the faces of the endangered campesino, the poor laborer, the downtrodden native, the homeless family, the persecuted migrant, the unemployed young person, the exploited child, the mother who lost her child in a shootout because the barrio was occupied by drug dealers, the father who lost his daughter to enslavement…when we think of all those names and faces, our hearts break because of so much sorrow and pain. And we are deeply moved.
Today, in a moment of breathtaking vulnerability, Jesus discloses to his disciples who he is at his very heart and core. It was not all about Jesus’ transfiguration: the disciples, too, were transformed. They were moved. They would never again know Jesus or themselves in the same way. They learned that the light that lived in Jesus was also at their very heart and core.
In the same way, we spend time not on the mountain but on the margins, not to transform others, but so that we are transformed. When we are present to others, seeing them, listening to them, offering them the opportunity to reveal who they are at their very heart and core, it is we ourselves who are set right. Seeing the light lovingly breathed into all of us at our creation may be difficult, even impossible, with some, say, the unattractive, the strange, the cruel, the unhinged. Yet that they bear light is certain, obscured though it may be in a lifetime of so much sorrow and pain.
Sister Mary McGlone writes,
“Listen to him.” That’s all. If we want to know what [Jesus] is like, listen to him. If we want to hear [Jesus’s] voice in our own time, if we want to know the will of [Jesus], listen to him.
Listen to them. Listen.
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En un discurso de 2015 en Bolivia, el Papa Francisco dijo:
Cuando miramos el rostro de los que sufren, el rostro del campesino amenazado, del trabajador excluido, del indígena oprimido, de la familia sin techo, del migrante perseguido, del joven desocupado, del niño explotado, de la madre que perdió a su hijo en un tiroteo porque el barrio fue completamente invadido por el narcotráfico, del padre que perdió a su hija porque fue sometida a la esclavitud; cuando recordamos esos rostros y esos nombres, se nos estremecen las entrañas frente a tanta tristeza y dolor y nos conmovemos.
Hoy, en un momento de impresionante vulnerabilidad, Jesús revela a sus discípulos quién es él en su interior y en su corazón. No todo fue la transfiguración de Jesús: los discípulos también fueron transformados. Fueron conmovidos. Nunca volverían a ver a Jesús o a sí mismos de la misma manera. Aprendieron que la luz que vivía en Jesús también estaba en su interior y en su corazón.
De la misma manera, pasamos tiempo no en la montaña sino en los orillas, no para transformar a los demás, sino para que seamos transformados. Cuando estamos presentes a los demás, viéndolos, escuchándolos, ofreciéndoles la oportunidad de revelar quiénes son en su interior y en su corazón, somos nosotros mismos los que estamos corregidos. Ver la luz amorosamente respirada en todos nosotros en nuestra creación puede ser difícil, incluso imposible en algunos: los pocos atractivos, los extraños, los crueles, los trastornados. Sin embargo, que hay luz es cierto, aunque pueda estar oscurecido en una vida de tanta tristeza y dolor.
Hermana Mary McGlone escribe:
“Escúchenlo”. Es todo. Si queremos saber cómo es [Jesús], escúchenlo. Si queremos escuchar la voz [de Jesús] en nuestro propio tiempo, si queremos conocer la voluntad de [Jesús], escúchenlo.
Escúchenlos. Escuchen.