NPR ran a story last week on this year’s Christmas observance in Bethlehem. They reported:
There’s no Christmas tree or sparkling lights in Manger Square or along the cobblestone streets that should be bustling with foreign tourists this time of year. There will be no Christmas parade with musicians weaving through the old city’s labyrinth walkways, no Santas on street corners doling out joy to children.
Last month, Palestinian leaders of Christian denominations made a unanimous decision to cancel public celebrations due to the war in Gaza which has claimed the lives of 20,000 of its residents. But at Bethlehem’s Christmas Lutheran Church, using broken cement and paving stones, parishioners created a non-traditional Nativity scene, placing the baby Jesus in the center of a pile of debris from a collapsed home, inspired by media images of children being pulled from rubble. The Washington Post picked up the story. Pastor, Rev. Munther Isaac, said, “This is what Christmas looks like in Palestine…If Jesus were born today, he would be born in Gaza amid the rubble.” Photos of the scene have gone viral. Rev. Isaac says he’s surprised at the international interest that the display has received. “This one picture spoke more than many, many words,” he said, adding, “I’m still baffled and struggling as to why this picture [drew] more attention…than actual pictures of children in Gaza.”
Were we to likewise de-romanticize our own Nativity scene of the baby Jesus in a manger, I suspect that Mary would be altogether worn-out, not nearly as put together as she appears, and Joseph not nearly as serene, given all those large hungry animals eyeing his tiny baby. The befuddled and bewildered shepherds would just be in the way. The whole situation would be something of a mess: far less cozy and far more complicated.
We, too, “clean up well,” as they say, especially at Christmas, or anytime we pull ourselves together for public viewing. But we’re messier and more complicated than we let on. Underneath these impressive vestments I regularly drape myself in, is a lot of rubble and debris, with a good amount of duct tape and prayer holding everything else together. While we’re experts at masking our poverty from others, the effort is pointless, of course, when it comes to God. The Creator of the universe reduced to an infant born in a barn is clearly not in pursuit of the strong but the weak. He doesn’t pitch his tent among the powerful and presentable. He’s really quite comfortable amid the rubble.
St. Oscar Romero, the martyred Archbishop of San Salvador, says:
No one can celebrate a genuine Christmas without being truly poor. The self-sufficient, the proud, those who, because they have everything, look down on others, those who have no need even of God— for them there will be no Christmas. Only the poor, the hungry, those who need someone to come on their behalf, will have that someone. That someone is God, Emmanuel, God-with-us. Without poverty of spirit there can be no abundance of God.
So, today, if you find yourself poor in spirit, if any part of you aches or is broken, you’re right where you’re meant to be at Christmas: primed and ready for a Savior, for that Someone, that One, who alone can transform our mundane and sometimes lonely living into what we call abundant life, eternal life.
Let Jesus see you, let him hold you, let him delight in you. Let him be your loving, constant companion, a Savior, your Savior, at last.
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National Public Radio publicó una historia la semana pasada sobre la celebración de la Navidad de este año en Belén. Informaron:
No hay árbol de Navidad ni luces brillantes en la Plaza del Pesebre o a lo largo de las calles empedradas que deberían estar llenas de turistas extranjeros en esta época del año. No habrá desfile navideño con músicos serpenteando por los laberínticos pasillos de la ciudad vieja, ni Papá Noel en las esquinas de las calles repartiendo alegría a los niños.
El mes pasado, los líderes palestinos de las denominaciones cristianas tomaron la decisión unánime de cancelar las celebraciones públicas debido a la guerra en Gaza, que ha cobrado la vida de 20.000 de sus residentes. Pero en la Iglesia Evangélica Luterana de Navidad de Belén, utilizando cemento roto y adoquines, los feligreses crearon una escena de la Natividad no tradicional, colocando al niño Jesús en el centro de una pila de escombros de una casa derrumbada, inspirada en las imágenes de los medios de comunicación de niños siendo sacados de los escombros. The Washington Post recogió la historia. El pastor, Rev. Munther Isaac dijo: “Así es como se ve la Navidad en Palestina. Este es el verdadero mensaje. Si Jesús naciera hoy, nacería en Gaza entre los escombros”. Las fotos de la escena se han vuelto virales. El Rev. Isaac dice que está sorprendido por el interés internacional que ha recibido la exhibición. “Esta imagen nos dice más que muchas, muchas más palabras”, dijo, y agregó: “Todavía estoy desconcertado y luchando por saber por qué esta imagen [atrajo] tanto la atención…más que las fotos reales de los niños en Gaza”.
Si también desidealizáramos nuestra propia escena de la Natividad del niño Jesús en un pesebre, sospecho que María parecería decididamente más agotada, y José estaría mucho menos sereno con esos animales hambrientos mirando al bebé. Los pastores estarían confundidos y desordenados. Toda la escena sería mucho menos acogedora y mucho más desordenada.
Nosotros también “acicalamos bien”, como dicen, especialmente en Navidad, o en cualquier momento en que sintamos la necesidad de ponernos presentables. Pero somos más desordenados y complicados de lo que parecemos. Confieso que, debajo de estas lujosas vestimentas con las que me envuelvo regularmente, hay una gran cantidad de escombros, y todo lo demás se mantiene unido con una buena cantidad de cinta adhesiva y oración. Si bien somos expertos en enmascarar nuestra pobreza de los demás, los esfuerzos son inútiles, por supuesto, cuando se trata de Dios. El Creador del universo, que se reduce a un niño nacido en un granero, claramente no está en busca de los fuertes, sino de los débiles. No monta su tienda entre los poderosos y presentables. Se siente muy cómodo entre los escombros.
San Óscar Romero, el martirizado Arzobispo de San Salvador, dice:
Nadie puede celebrar una Navidad genuina sin ser realmente pobre. Los autosuficientes, los orgullosos, aquellos que, por tenerlo todo, desprecian a los demás, y a los que no tienen necesidad ni siquiera de Dios – para ellos no habrá Navidad. Sólo los pobres, los hambrientos, los que necesitan a alguien que venga por ellos, tendrán a esa persona. Ese alguien es Dios, Emmanuel, Dios con nosotros. Sin pobreza de espíritu no puede haber abundancia de Dios.
Por lo tanto, si te encuentras pobre de espíritu esta noche, si alguna parte de ti duele o está rota, estás justo donde debes estar en Navidad: preparado y listo para un Salvador, para una relación que transforme la vida tal como la conocemos en lo que llamamos vida abundante y eterna. Deja que Jesús te vea, deja que te abrace, deja que se deleite en ti. Deja que sea tu compañero amoroso, un Salvador, tu Salvador, por fin.