In the familiar medieval legend, Faust, cultured and successful, is nevertheless dissatisfied with his life, leading him to make a pact with the Devil, exchanging his soul for unlimited knowledge and worldly pleasures. He “sells his soul.” Perhaps we’ve witnessed such a sale in real life. One abandons their values or morals in return for some deeply desired benefit: usually love, power, or money. In such a scenario, one seems ready and willing to do anything to get what they want.Such shameless activity by some is what makes the current political landscape in Washington at times so shameful and despicable.
While it’s easy to spot and judge notorious examples of soul selling, we may miss how we ourselves may be guilty of surrendering at least a corner of our souls: those instances when we’ve compromised our core values for advancement at work, or when we’ve allowed a great love/obsession to become the be-all and end-all in our life, or when an addiction has owned us. It’s likely that there are parts of us that belong to something or someone other than Christ, that we sometimes rely on something or someone to satisfy us in a way that only God has the capacity to do.
We cannot belong to a lover, a spouse, a son, daughter, or a pet. We cannot belong to a job, a career, an office, or a sport. We cannot belong to a law, a doctrine, or a teaching. We cannot belong to resentment or grief. We belong to Christ. When another stumbles, Christ steadies and sustains us. When anyone or anything fails us, Christ holds us close. Only by belonging to Christ, being bound to Christ, are we free.
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En la leyenda medieval familiar, Fausto, culto y exitoso, está sin embargo insatisfecho con su vida, lo que lo lleva a hacer un pacto con el Diablo, intercambiando su alma por conocimiento y placeres mundanos ilimitados. Él “vende su alma”. Tal vez hemos sido testigos de tal venta en la vida real. Uno abandona sus valores o moral a cambio de algún beneficio profundamente deseado: generalmente amor, poder o dinero. En tal escenario, uno parece listo y dispuesto a hacer cualquier cosa para obtener lo que quiere. Tal actividad desvergonzada por parte de algunos ha hecho que el panorama político actual en Washington sea vergonzoso y despreciable.
Si bien es fácil detectar y juzgar ejemplos notorios de venta de almas, podemos pasar por alto cómo nosotros mismos podemos ser culpables de entregar al menos un rincón de nuestras almas: esos casos en los que hemos comprometido nuestros valores fundamentales para avanzar en el trabajo, o cuando hemos permitido que un gran amo u obsesión se convierta en el todo de nuestra vida. O cuando una adicción nos ha poseído. Es probable que haya partes de nosotros que pertenecen a algo o alguien que no sea Cristo, que a veces confiamos en algo o alguien para satisfacernos de una manera que solo Dios tiene la capacidad de hacer.
No podemos pertenecer a un amante, un cónyuge, un hijo o hija o una mascota. No podemos pertenecer a un trabajo, una carrera, o un deporte. No podemos pertenecer a una ley, una doctrina o una enseñanza. No podemos pertenecer al resentimiento o al dolor. Pertenecemos a Cristo. Somos de Cristo. Cuando otro tropieza, Cristo nos estabiliza y nos sostiene. Cuando alguien o algo nos falla, Cristo nos mantiene cerca. Sólo perteneciendo a Cristo, estando atados a Cristo, somos libres.