Our landscapes—our governments, churches, schools, workplaces, cities, neighborhoods, and homes—are invariably fields of weeds among wheat. Good progresses, yet evil does, too. Our discouragement with the current landscape and all those weeds may lead us, in the words of today’s first reading, to disbelieve God’s power.
Jesus’ gardening advice may be confounding. He recommends letting the weeds grow: not devoting time, energy, or resources to them. We’re to give our attention to what we can control, to mind our business. Sometimes, our only response to evil is to intensify our practice of faith, hope, and love: to double down on being good wheat, a mustard seed, a bit of yeast. That bit of yeast, after all, can leaven a whole batch of flour. The holy woman or man can transform a Church. Ignatius of Loyola the soldier became Ignatius the founder. Dorothy Day the atheist became Dorothy the servant of God. Óscar Romero the bureaucrat became Óscar the martyr. Who might any one of us become with God’s grace?
If Jesus’ apparently passive response to evil leaves us agitated or uncomfortable, then he’s accomplished what he intended: parables are meant to unsettle us. We’re challenged to trust that good will appear and that the kingdom of heaven will grow. We are to ground our faith in the fact that God is trustworthy, and relentless in sowing good seed. In the landscape of God’s kingdom, what appear to be weeds will ripen into wheat; God’s wisdom and grace will set things right; good endures, life wins, life always wins. Some days, some years, it’s difficult to imagine that all things shall be well. In God’s Kingdom, it’s always too early for discouragement, too soon to pull the weeds.
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Nuestros paisajes—nuestros gobiernos, iglesias, escuelas, lugares de trabajo, vecindarios y hogares—son en muchas ocasiones campos de cizaña entre el trigo. El bien progresa, pero el mal también. Nuestro desaliento con el paisaje actual y todas esas cizañas pueden llevarnos, en las palabras de la primera lectura de hoy, a no creer en el poder de Dios.
El consejo de jardinería de Jesús puede ser confuso. Él recomienda dejar que las cizañas crezcan: no dedicarles tiempo, energía o recursos. Debemos prestar atención a lo que podemos controlar. A veces, nuestra única respuesta al mal es intensificar nuestra práctica de fe, esperanza y amor: duplicar el buen trigo, un grano de mostaza, un poco de levadura. Ese poco de levadura, después de todo, puede fermentar toda la masa. La mujer santa o el hombre santo puede transformar una Iglesia. Ignacio de Loyola el soldado se convirtió en Ignacio el fundador. Dorothy Day la atea se convirtió en Dorothy la sierva de Dios. Óscar Romero el burócrata se convirtió en Óscar el mártir. ¿En quién podría convertirse cualquiera de nosotros con la gracia de Dios?
Si la respuesta aparentemente pasiva de Jesús al mal nos deja agitados o incómodos, entonces ha logrado lo que pretendía: las parábolas están destinadas a inquietarnos. Se nos desafía a confiar en que el bien aparecerá y que el Reino de Dios crecerá. Debemos basar nuestra fe en el hecho de que Dios es digno de confianza, e implacable en sembrar buena semilla. En el paisaje del Reino de Dios, lo que parece ser cizaña madurará en trigo; La sabiduría y la gracia de Dios arreglará las cosas; El bien perdura, la vida gana, la vida siempre gana. Algunos días, algunos años, es difícil imaginar que todas las cosas estarán bien. En el Reino de Dios, siempre es demasiado pronto para el desaliento, demasiado pronto para arrancar las cizañas.