Our attachments and addictions to which we give time, energy, and attention are evidence of our unrelenting longings and desires. In the end, they fail to satisfy and ultimately, if we’re lucky, bring us to our knees. To whom or to what do we give our time, energy, and attention? Not out of love but out of compulsion? What really is our treasure, our pearl of great price?
Benedictine Father John Main says that the field where the treasure is buried is the heart. Prayer is the journey to the field of the heart, where, he says we make the greatest possible discovery for any human being to make: that the Lord Jesus dwells there; that God not only is, God is here, God is always, God is in our hearts.
When the saint and mystic, Catherine of Genoa, discovered the treasure, her pearl of great price, she ran through the streets of town crying, “My deepest me is God!” “God as me,” “God in me,” “God and me”: Any of these taken by itself leads to distortion; taken all together, they’re still incomplete. Yet, to finally make the greatest possible discovery for any human being to make, to find our treasure, the pearl of great price, and be freed at last of our attachments, addictions, and compulsions, able to let go of the very ground we cling to, “God in us,” “God within us” leads us where we would not and could not go on our own. This movement of grace, this graceful movement, is like that of poet Rainer Rilke’s swan,
when he nervously lets himself down into the water which receives him gaily
and which flows joyfully under
and after him, wave after wave,
while the swan, unmoving and marvelously calm,
is pleased to be carried, each moment more fully grown,
more like a king, further and further on.
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Nuestros apegos y adicciones a los que damos nuestro tiempo, energía y atención son la marca de nuestros anhelos y deseos implacables. Al final, no nos logran satisfacer y, si tenemos suerte, nos ponen de rodillas. ¿A quién o a qué le damos nuestro tiempo, energía y atención? ¿No por amor sino por compulsión? ¿Cuál es realmente nuestro tesoro, nuestra perla valiosa?
El Padre Benedicto John Main, dice que el campo donde está enterrado el tesoro es el corazón. La oración y la meditación es el viaje al campo del corazón, donde, dice, hacemos el mayor descubrimiento posible para cualquier ser humano: que el Señor Jesús habita allí; que Dios no solo está, Dios está aquí, Dios está siempre, Dios está en nuestros corazones.
Cuando la santa y mística Catalina de Génova descubrió el tesoro, su perla valiosa, corrió por las calles de la ciudad gritando: “¡Mi yo más profundo es Dios!” “Dios como yo”, “Dios en mí”, “Dios y yo”: Cualquiera de estos tomados por sí mismo conduce a la distorsión; Tomados en conjunto, todavía están incompletos. Sin embargo, finalmente hacer el mayor descubrimiento posible para cualquier ser humano, encontrar nuestro tesoro, la perla valiosa, y ser liberado por fin de nuestros apegos, adicciones y compulsiones, capaz de soltar el mismo suelo al que nos aferramos, Dios dentro nos lleva a donde no quisiéramos y no pudiéramos ir por nuestra cuenta. Este movimiento de gracia es como el del cisne del poeta Rainer Rilke,
cuando nerviosamente se baja en el agua que lo recibe alegremente
y que fluye alegremente bajo
y después de él, ola tras ola,
mientras que el cisne, inmóvil y maravillosamente tranquilo,
se complace en ser llevado, cada momento más plenamente desarrollado,
más como un rey, más y más adelante.