Entering St. Peter’s Basilica in Rome, your eye goes immediately to the main altar beneath the bronze canopy. Beyond that is the Altar of the Chair where on the back wall a chair belonging to St. Peter is encased in bronze. And there are other altars around the perimeter of the church: 45 of them in all. On any given morning, Masses are being celebrated simultaneously. At the elevation of the body and blood of Christ, bells are rung so that, in the olden days, the faithful could scurry from altar to altar to see the the sacramental Lord and receive graces just looking at him.
In the practice of Eucharistic Adoration, we likewise gaze upon Jesus and receive the grace of being in his presence: Jesus is in the house. My love of the Eucharist has only grown throughout my life, and with that, my appreciation of just gazing upon the Eucharistic Lord. But it’s not so much my gazing at him that blesses me, as knowing that he is gazing at me. I experience Jesus seeing me, welcoming me, holding me in his sight. Prayer before the Eucharist involves a mutual gaze, mutual love and, yes, mutual adoration.
Jesus receives us in Communion as truly as we receive him. And then, we pay it forward and extend Jesus’ loving gaze. On this confluence of Father’s Day and the Solemnity of the Body and Blood of Christ, and Juneteenth, we see, welcome, and hold in our sight our families, our parish, and our community. That’s what we do in remembrance of him.
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Al entrar en la Basílica de San Pedro en Roma, la mirada se dirige inmediatamente al altar mayor debajo del baldaquino de bronce. Más allá de eso, se encuentra el Altar de la Silla donde en la pared del fondo está una silla perteneciente a San Pedro está encerrada en bronce. Y hay otros altares alrededor del perímetro de la iglesia: 45 en total. Todas las mañanas, las misas se celebran simultáneamente. A la altura del cuerpo y la sangre de Cristo, se tocan campanas para que, como en los viejos tiempos, los fieles puedan correr de altar en altar para ver al Señor sacramental y recibir su gracia con solo mirarlo.
En Adoración Eucarística, también contemplamos a Jesús y recibimos la gracia de estar en su presencia. Mi amor por la Eucaristía sólo ha crecido a lo largo de mi vida, y con eso, mi aprecio por solo mirar al Señor Eucarístico. Pero no es tanto mi mirada a él lo que me bendice, como el creer que él me está mirando. Experimento a Jesús viéndome, dándome la bienvenida, y sosteniéndome a su vista. La oración en la presencia de la Eucaristía implica una mirada mutua, un amor mutuo y una adoración mutua.
Jesús nos recibe en la Comunión tan verdaderamente como nosotros lo recibimos a Él. Y luego, extendemos la mirada amorosa de Jesús. En esta mezcla de celebraciones del Día del Padre y la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, y Juneteenth, vemos, damos la bienvenida y tenemos en nuestras miradas a nuestras familias, nuestra parroquia y nuestra comunidad. Eso es lo que hacemos en memoria de él.