The beginning of the film, The Child in Time, has Stephen Lewis, a young father (played by Benedict Cumberbatch), on a routine visit to the grocery store with his four-year-old daughter, Kate. Riding in the shopping cart, she urges him to go faster. He races down the aisle and she giggles with delight. While he checks out at the register, Kate occupies herself with a nearby book display. A few moments later, Stephen glances toward her, but she’s not there. “Where is she?” he wonders. “Kate?” He grabs his bags and heads outside thinking she must have wandered out there, but he doesn’t see her. He hustles back into the store and begins to ask if anyone has seen his daughter, a little girl, blonde, in a yellow raincoat. He begins to raise his voice, “Has anyone seen a little girl? Has anyone seen my daughter?” In fact, he will never see her again.
The film, based on an Ian McEwan novel, deals with the unthinkable: the abduction and loss of a child. A marriage disintegrates, lives devastated by soul-crushing, all-consuming grief.
Like The Child in Time, “The Prodigal Son” is not all about the title character, the child. It’s the story of the parent. While the son, with his behavior, attitude, and hoped-for return gets top billing, the star is the father. He asks no questions, imputes no guilt, no shame, demands no explanation nor apology. His grief that his child is gone, that he’s been stolen away, and his overwhelming, never-ending, reckless love are far more compelling than the rather common story of a kid who screws up.
Our prayer, our fasting, our almsgiving get top billing in Lent: what we do. But Lent is really about God: who God is. It’s about God’s heartache, God’s grief, God’s passion when we’re lost or stolen away: when we’re gone.
Today, St. Paul implores, “Be reconciled to God.” Get a load of God’s overwhelming, never-ending, reckless, and prodigal love.
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El comienzo de la película, The Child in Time, (El niño en el tiempo) tiene a Stephen Lewis, un padre joven (interpretado por Benedict Cumberbatch), en una visita rutinaria a la tienda con su hija de cuatro años, Kate. Viajando en el carrito, ella lo impulsa a ir más rápido. Él corre por el pasillo y ella se ríe de deleite. Mientras está formada en la caja registradora, Kate se ocupa de un estante cercano. Unos momentos después, Stephen la mira, pero ella no está allí. “¿Dónde está Kate?”, se pregunta. Él agarra sus maletas y va afuera pensando que ella debe haber salido por allí, pero él no la ve. Se apresura a volver a la tienda y comienza a preguntar si alguien ha visto a su hija, una niña, rubia, con un impermeable amarillo. Comienza a levantar la voz, “¿Alguien ha visto a una niña? ¿Alguien ha visto a mi hija?” De hecho, nunca la volverá a ver.
La película trata de lo impensable: el secuestro y la pérdida de un niño. Un matrimonio que se desintegra, vidas devastadas por un dolor insoportable.
Al igual que The Child in Time, “El hijo pródigo” no se trata solo del personaje principal, el niño. Es la historia del padre. Mientras que el hijo, con su comportamiento, actitud y su esperado retorno obtiene el titular, la estrella es el padre. No hace preguntas, no achaca culpas, no avergüenza, no exige explicación ni disculpa. Su dolor y su amor abrumador, interminable y temerario son mucho más fascinantes que la historia bastante común de un niño que cometió un gran error.
Nuestra oración, nuestro ayuno, nuestra limosna obtienen el titular en Cuaresma: lo que nosotros hacemos. Pero la Cuaresma es realmente acerca de Dios: quién es Dios. Se trata de la angustia de Dios, el dolor de Dios, la pasión de Dios cuando estamos perdidos o robados: cuando estamos lejos.
Hoy, San Pablo implora: “Déjense reconciliar con Dios”. Absorban el amor abrumador, interminable, temerarios y pródigo de Dios.