Please allow me more-than-the-usual self-disclosure today to provide some context.
The past few weeks have been a workout for me as I’ve been experiencing some significant grief: some the result of recent situations, some related to long-ago losses I’ve never dealt with. At times, I’ve found myself emotionally and psychologically depleted, pushing against a slide into depression. Then Wednesday morning came. The communities I am a part of are devastated—numbed, if not anguished or terrified. More grief.
I put off working on this weekend’s homily for as long as I could. When I finally looked at the readings yesterday, I was astonished at how freakishly appropriate they were. You see, much of my grief is the result of seeking from certain others some kind of love, some reassurance, something that would convince me that I am good and worthy and loved. Of course, I already am good and worthy and beloved and have always been: I have only to embrace it. “You are in me, and I am in you” (John 14:20). Because God is filling me from within, the jar of flour will not go empty, the jug of oil will not run out. I have enough, I am enough.
It’s likely that many of you are feeling depleted, devoid of what it might take to meet today’s and tomorrow’s challenges. Jesus likely felt that himself. Perhaps the woman in today’s gospel provided him with a moment of clarity. When Jesus watched her toss into the treasury “all she had, her whole livelihood,” did he see in her sacrificial and arguably reckless act something prophetic about the persecutions in store for him? Did she activate Jesus’ capacity to do something sacrificial and reckless?
Given the radically altered social, political, and governmental landscape, much is going to be demanded of us, disciples of Jesus Christ and members of the Church of the Ascension: perhaps something sacrificial and reckless. While we may think we can’t do it, or that we barely have what it takes, this isn’t true. We have spirit and life in abundance. We have enough, we are enough.
“Jesus Christ: the same yesterday, today, and forever.”
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Por favor, permítanme un poco de auto-divulgación hoy para proporcionar un poco de contexto.
Las últimas semanas han sido un suplicio para mí, ya que he estado experimentando una pena significativa: algo como resultado de las situaciones recientes, algo relacionado con pérdidas de hace mucho tiempo con las que nunca he lidiado. A veces, me he encontrado agotado emocionalmente y psicológicamente, resistiendo un deslizamiento hacia la depresión. Entonces llegó el miércoles por la mañana. Las comunidades de las que soy parte están devastadas: adormecidas, si no es que angustiadas o aterrorizadas. Más dolor.
Pospuse la homilía de este fin de semana todo lo que pude. Cuando finalmente miré las lecturas ayer, me sorprendió lo extrañamente apropiadas que eran. Gran parte de mi pena es el resultado de buscar en otros algún tipo de amor, algún consuelo, algo que me convenza de que soy bueno, digno y amado. Por supuesto, yo soy y siempre ha sido bueno, digno, y amado: solo tengo que abrazarlo. “Tú estás en mí, y yo estoy en ti” (Juan 14:20). Porque Dios me está llenando por dentro, la tinaja de harina no se vaciará, la vacija de aceite no se agotará. Tengo suficiente, soy suficiente.
Es probable que muchos de ustedes se sientan agotados, desprovistos de lo que podría ser necesario para enfrentar los desafíos de hoy y de mañana. Es probable que Jesús sintiera eso él mismo, hasta que la viuda en el evangelio de hoy le proporcionó un momento de claridad. Cuando Jesús la vio arrojar al tesoro “todo lo que tenía para vivir”, ¿vio en su acto sacrificial y posiblemente imprudente algo profético acerca de las persecuciones que le esperaban? ¿Activó la mujer la capacidad de Jesús para hacer algo sacrificial e imprudente?
Dado el panorama social, político y gubernamental radicalmente alterado, mucho se nos va a exigir a nosotros, discípulos de Jesucristo y miembros de la Iglesia de la Ascensión: tal vez algo sacrificial e imprudente. Si bien podemos pensar que no podemos hacerlo, o que apenas tenemos lo que se necesita, no es verdad. Tenemos espíritu y vida en abundancia. Tenemos suficiente, somos suficientes.
“Jesucristo: el mismo ayer, hoy y siempre.”