I hate to wait. I hate lines at Target. Or at the airport. I hate waiting for an event to start. I can’t wait more than thirty seconds for a test result. Wait rhymes with irritate. And agitate.
In a cartoon in The New Yorker, a man walks the street carrying a sign reading, “The world is coming to an end—again.” The gospel’s call to readiness is not about waiting anxiously for that precise moment when destiny might arrive: war ending, reform accomplished, either all made right with the world or all destroyed. It’s about being ready for the coming of Christ always, every moment of our lives, no matter whatever else is roiling about us. It’s about being present to the coming of Christ no matter what.
So, for those distressed at the state of affairs in our country and world, with all its current crises, conflicts, violence, and rage, and in the face of our weakened bodies and weary spirits, we do not retreat from faith and its practice, “like the rest, who have no hope,” to quote St. Paul. Rather, we stride more deeply and resolutely into our life with Jesus Christ—perhaps, our only hope. Times of testing and decision are always at hand and can happen at any moment in ways we can’t possibly predict. Just as medication is best taken before the onset of pain, so too it’s best to meet Jesus before a critical moment. If our companionship with Jesus Christ is well established and regularly oiled, we’ll be fortified, well equipped, and ready for anything that tests our own strength and resources. So, as St. Paul says today, “console one another with these words.”
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Odio esperar. Odio las líneas en Target. O en la aeropuerto. Odio esperar a que comience un evento. No puedo esperar más de treinta segundos para obtener el resultado de un exámen.
Hay una caricatura en la que un hombre camina por la calle con un cartel que dice: “El mundo está llegando a su fin. Otra vez”. El llamado del Evangelio a la preparación no se trata de esperar ansiosamente ese momento preciso en el que el destino podría llegar: el fin de la guerra, la reforma realizada, ya sea arreglado con el mundo o destruido todo. Se trata de estar listos para la venida de Cristo siempre, en cada momento de nuestras vidas, sin importar lo que esté sucediendo a nuestro alrededor. Se trata de estar presente en la venida de Cristo pase lo que pase.
Por lo tanto, para aquellos afligidos por el estado de las cosas en nuestro país y en el mundo, con todas sus crisis, conflictos, violencia y rabia actuales, y frente a nuestros cuerpos debilitados y espíritus cansados, no nos retiramos de la fe y su práctica, “como los que no tienen esperanza”, en las palabras de San Pablo. Más bien, avanzamos más profunda y resueltamente en nuestra vida con Jesucristo, tal vez, nuestra única esperanza. Los tiempos de prueba y decisión siempre están a la mano y pueden suceder en cualquier momento de maneras que no podemos predecir. Así como es mejor tomar la medicación antes de la aparición del dolor, también es mejor conocer a Jesús antes de un momento crítico. Si nuestro compañerismo con Jesucristo está bien establecido y lo aceitamos regularmente, estaremos fortalecidos, bien equipados, y listos para cualquier cosa que ponga a prueba nuestras fuerzas y recursos. Así que, como dice San Pablo hoy, “consuélense unos a otros con estas palabras”.