God and Caesar, Church and state, the reign of God and civil society: complicated relationships. In what may have surprised his interrogators today, Jesus recognizes the necessity of contributing to the wellbeing of the state and acknowledges legitimate civil authority. Although Servant of God, Dorothy Day, said that “If we rendered unto God all the things that belong to God, there would be nothing left for Caesar.”
Jesus also clearly lays the groundwork for the separation of Church and state. When the Church allies itself with political entities, we find ourselves in the precarious position of owing those groups our allegiance: that’s how politics works. You give me this, I’ll give you that. With his measured response, Jesus steers us clear of that trap. The coin bears the emperor’s image, while we are marked with God’s image. God has the primary claim on our heart, mind, soul, and strength.
Given the current state of political discourse, we may want to walk away from it all. But it is crucial that faithful citizens engage in today’s critical conversations. We must assess leaders by whether they protect or undermine the life, dignity, and rights of the human person. We must measure policies to the degree they promote, or fail to promote, the common good. Our unique Catholic voice challenges both left and right ideologies. Too often, those factions endorse self-interest above all else. Case in point: the U.S. Congress.
Jim Wallis says, “When the name of God is used to benefit the interests of those who are speaking, be careful.” But “When the voice of God is invoked on behalf of those who have no voice, it is time to listen.” Lifting God’s beloved poor will always follow for those who are first obedient to the one and only God, who, in Isaiah’s words today, “makes kings run in his service.”
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Dios y el César, la Iglesia y el Estado, el reino de Dios y la sociedad civil: esas son relaciones complicadas. En lo que puede haber sorprendido a los que cuestionaban hoy, Jesús reconoce la necesidad de contribuir al bienestar del estado y reconoce la autoridad civil legítima. Aunque la Sierva de Dios, Dorothy Day, dijo que «Si diéramos a Dios todas las cosas que pertenecen a Dios, no quedaría nada para el César».
Jesús también sienta claramente las bases para la separación de la Iglesia y el Estado. Cuando la Iglesia se une con entidades políticas, nos encontramos en la posición precaria de deberles lealtad a esos grupos: así es como funciona la política. Tú me das esto, yo te doy aquello. Con su respuesta mesurada, Jesús nos aleja de esa trampa. La moneda lleva la imagen del emperador, mientras que nosotros estamos marcados con la imagen de Dios. Dios tiene el derecho principal sobre nuestro corazón, mente, alma y fuerza.
Dado el estado actual del discurso político, es posible que queramos alejarnos de todo. Pero es crucial que los ciudadanos fieles participen en las conversaciones críticas de hoy. Debemos evaluar a los líderes en función de si protegen o socavan la vida, la dignidad y los derechos de la persona humana. Debemos medir las políticas en la medida en que promuevan, o no promuevan, el bien común. Nuestra voz católica única desafía tanto las ideologías de izquierda como las de derecha. Con demasiada frecuencia, esas facciones respaldan el interés propio por encima de todo. Un ejemplo: el Congreso de los Estados Unidos.
Jim Wallis dice: «Cuando el nombre de Dios se usa para beneficiar los intereses de los que hablan, ten cuidado». Pero «Cuando se invoca la voz de Dios en favor de los que no tienen voz, es hora de escuchar». Levantar a los pobres amados de Dios siempre seguirá para aquellos que primero son obedientes al único Dios, quien, en las palabras de Isaías hoy, «desbarata la potencia de los reyes».