If you’ve watched the TV series, The Chosen, the drama based on the life of Jesus, you will recall the episode that includes the raising of Lazarus. It’s intense. After an eternal lead-up, Jesus stands before the tomb, lifts his hand, and cries, “Lazarus, come out!” After more lead-up, Lazarus stumbles forward and comes out of the tomb. People react. Some scream, terrified; the crowd backs up, some run away, some are frozen in place; they are confused, bewildered; his sisters cry for joy.
Coming out is a term which is commonly used for the disclosure of one’s sexual orientation. Just as momentous a coming out these days might be disclosing one’s political orientation. Or revealing one’s religious belief or unbelief. Before any coming out, we calculate costs versus benefits; whether we have what it takes to deal with a negative response or extreme emotional reaction; whether it’s worth it.
For his part, Jesus displays a good amount of courage in his coming out in today’s gospel. His disclosing that he is a Messiah who must suffer greatly probably got stuck in his throat, knowing that it would cause significant consternation. This scene is smack dab in the middle of Mark’s sixteen chapters. In the first eight, Jesus heals, feeds, and teaches. Now, at this turning point, Jesus begins to reveal the true cost of being his disciple: self-denial, taking up the cross, and following him to Jerusalem. Peter didn’t want to hear it. “You’re mistaken,” he said. “You’re not being who we thought you were, who we want you to be.”
Don’t all of us want at our deepest level to come out as, to be, our true and best selves? Even when difficult, misunderstood, or disparaged? Jesus gives an example today of the coming out courage all of us need if we’re going to live with integrity. Coming out as a Christian means, according to Jesus, that we may have to surrender what we want and have for the sake of others; that we will demonstrate our faith with works; that we may—NO—we will suffer—for the sake of the gospel.
Christian, come out!
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Si has visto la serie de televisión, The Chosen (Los eligidos), el drama basado en la vida de Jesús, recordarás el episodio que incluye la resucitación de Lázaro. Es intenso. Con mucha anticipación, Jesús se para ante la tumba, levanta la mano y grita: “¡Lázaro, sal fuera!” Después de más anticipación, Lázaro se tambalea y sale de la tumba. La gente reacciona. Algunos gritan, aterrorizados; la muchedumbre retrocede y algunos huyen; Están confundidos, desconcertados; sus hermanas lloran de alegría.
Salir fuera es un término que se usa comúnmente para la divulgación de la orientación sexual de una persona. Igual de significante salir fuera en estos días es revelar la orientación política de uno. O revelar la creencia religiosa o la falta de la creencia religiosa. Antes de salir fuera, calculamos los costos frente a los beneficios; si tenemos lo que se necesita para lidiar con una respuesta negativa o una reacción emocional extrema; si vale la pena.
Por su parte, Jesús muestra una buena dosis de coraje en su salir fuera en el evangelio de hoy. Su revelación de que él es un Mesías que tiene que sufrir mucho probablemente se le atascó en la garganta, sabiendo que causaría una consternación significativa. Esta escena está justo en la mitad de los dieciséis capítulos del evangelio de Marcos. En los primeros ocho, Jesús sana, alimenta y enseña. Ahora, en este punto de inflexión, Jesús comienza a revelar el verdadero costo de ser su discípulo: la abnegación, tomar la cruz y seguirlo a Jerusalén. Pedro no quería oírlo. “Te equivocas”, dijo. “No estás siendo quien pensábamos que eras, lo que queremos que seas”.
¿No queremos todos salir fuera como lo mejor de nosotros mismos? ¿Incluso cuando eso es difícil, o se malinterpreta, o se menosprecia? Jesús da un ejemplo hoy de la valentía de salir fuera que todos necesitamos si vamos a vivir con integridad. Salir fuera como cristiano significa, según Jesús, que renunciaremos a lo que queremos y tenemos por el bien de los demás; que demostraremos nuestra fe con obras; para sufriremos, por causa del evangelio.
¡Cristiano, cristiana, sal fuera!