In a world where capital is king, solidarity with those who are poor and with significant needs is profoundly countercultural. The dominant voices that surround us urge us to upward mobility. But that voice is absent in the gospels. The voice of Christ urges us downward into humility, service, and detachment. Henri Nouwen calls this “downward mobility.” This, he writes,
…is the way toward the poor…What do they have to offer? Not success, popularity, or power, but the joy and peace of the children of God.
It’s good, says another, to have “friends in low places.” They need us, but we need them even more. They have the key to God’s heart.
In his message for the 108th World Day of Migrants and Refugees next Sunday, Pope Francis writes,
The presence of migrants and refugees represents a great challenge, but at the same time an immense opportunity for the cultural and spiritual growth of everyone. Thanks to them, we have the chance to know better our world and its beautiful diversity… Without them it would not be the Kingdom that God wants.
And as if he were writing about our Ascension community, the Holy Father says,
The arrival of Catholic migrants and refugees can energize the ecclesial life of the communities that welcome them. Often they bring an enthusiasm that can revitalize our communities and enliven our celebrations. Sharing different expressions of faith and devotions offers us a privileged opportunity for experiencing more fully the catholicity of the People of God.
We’ve seen recent reports of immigrants arriving on our southern border—exceedingly vulnerable children, women, and men—bussed to unfamiliar places around the country and abandoned. Thank God, Catholic Charities, among others, has rallied to welcome them, receiving each and every stranger as the treasure that they are—some still muddied to the waist from their journey. Read the reports from Martha’s Vineyard about how compassionately and generously their citizens have responded. The Lord says to them today through the prophet, Amos, “Never will I forget a thing they have done.” To the governors of Texas and Florida and Arizona, and to all those who trample upon the poor and the needy for their own gain, the Lord says, “Never will I forget a thing they have done.” And, of course, the Lord says the same to us.
***
En un mundo donde el capital es el rey, poner nuestra fe y esperanza en los pobres y con grandes necesidades es profundamente contracultural. Las voces dominantes que nos rodean nos instan a la movilidad ascendente. Pero esa voz está ausente en los evangelios. La voz de Cristo nos insta hacia abajo hacia la humildad, el servicio y el desapego. Henri Nouwen llama a esto “movilidad descendente”. Esto, escribe,
… es el camino hacia los pobres…¿Qué tienen para ofrecer? No el éxito, la popularidad o el poder, sino el gozo y la paz de los hijos de Dios.
Es bueno, dice otro, tener “amigos en lugares bajos”. Ellos nos necesitan, pero nosotros los necesitamos aún más. Ellos tienen la llave del corazón de Dios.
En su mensaje para la 108ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado el próximo domingo, el Papa Francisco escribe:
La presencia de los migrantes y los refugiados representa un enorme reto, pero también una oportunidad de crecimiento cultural y espiritual para todos. Gracias a ellos tenemos la oportunidad de conocer mejor el mundo y la belleza de su diversidad. … sin ellos no sería el Reino que Dios quiere.
Y como si escribiera sobre nuestra comunidad de la Ascensión, el Santo Padre dice:
La llegada de migrantes y refugiados católicos ofrece energía nueva a la vida eclesial de las comunidades que los acogen. Ellos son a menudo portadores de dinámicas revitalizantes y animadores de celebraciones vibrantes. Compartir expresiones de fe y devociones diferentesrepresenta una ocasión privilegiada para vivir con mayor plenitud la catolicidad del pueblo de Dios.
En las noticias de estos días hay informes de inmigrantes que llegan a nuestra frontera sur, niños, mujeres y hombres extremadamente vulnerables, que son transportados en autobuses a lugares desconocidos en todo el país y, esencialmente, abandonados. Gracias a Dios, Caridades Católicas, entre otras, se han movilizado para darles la bienvenida, recibiendo al forastero como el tesoro que todos y cada uno somos. En cuanto a los gobernadores de Texas, Florida y Arizona, y a todos los que pisotean a los pobres y necesitados para su propio beneficio, el Señor dice hoy a través del profeta Amós: “No olvidaré jamás ninguna de estas acciones”. Y, por supuesto, el Señor nos dice lo mismo.