At the beginning of the baptismal rite for a small child, we ask the young, earnest parents, “Do you clearly understand what you’re undertaking?” And at a wedding, we ask, “Will you love and honor each other as husband and wife forever, no matter what, for the rest of your lives?” On at least a couple of levels, ridiculous questions. Just once, I’d like to get the real answer, the whole answer. More than ever, we know that whatever our plans, we’ll inevitably be forced to recalculate.
Jesus’ point today, perhaps, is not that one can possibly know the exact cost of a major enterprise at the outset, but that one must seriously consider just what is that resource, the essential thing, the sine qua non, needed to see us through the critical moments to a good end. For us, it is Jesus Christ, our constant companion and most loyal champion. Yes, we have other supports and supporters and guides, thank God, rudders that make our journey less harrowing. But all the lesser gods, with all their chatter, must line up behind Jesus.
I’d like to know yesterday what tomorrow and the rest of my life hold. But after so many decades of planning and scheming, I’m not sure how I got to here and now, with you, doing what I’m doing. Since I’m much better at sketching tiny houses than designing towers, I only need to make good choices today: thoughtful, loving, lifegiving choices, difficult choices at times. Beyond consulting me and myself, I need to talk with Jesus who, by nature, only wants what’s good and right. When I don’t know how and when and where it will end, I need to trust that something will emerge. When our plans are unsure, the Lord says to us, as he said to Jeremiah, “Surely I know the plans I have for you—I know the plans I have for you—plans for your welfare and not for harm, to give you a future with hope.”
***
Al comienzo del rito bautismal de un niño pequeño, les preguntamos a los papás jóvenes y fervientes: “¿Entienden claramente lo que están haciendo?” Cuando es una boda, preguntamos: “¿Se amarán y honrarán el uno al otro como esposo y esposa para siempre, por el resto de sus vidas, pase lo que pase?” De alguna manera, son preguntas ridículas. Solo una vez, me gustaría obtener la respuesta real, la respuesta completa. Más que nunca, sabríamos cuáles son nuestros planes, pero, inevitablemente nos veremos obligados a recalcular.
El punto de Jesús hoy, tal vez, no es que uno pueda saber el costo exacto de una empresa importante desde el principio, sino que uno debe considerar seriamente lo que es lo esencial, la condición necesaria para vernos a través de los momentos críticos hasta un buen final. Para nosotros, es Jesucristo, nuestro compañero constante y el campeón más leal. Sí, tenemos otros partidarios y guías, gracias a Dios, los timones que hacen que nuestro viaje sea menos desgarrador. Pero todos los dioses menores, con toda su charla, deben alinearse detrás de Jesús.
Me gustaría saber ayer lo que me depara mañana y el resto de mi vida. Pero después de tantas décadas de planificación e intrigas, ni siquiera estoy seguro de cómo llegué aquí y ahora, contigo, haciendo lo que estoy haciendo. Como soy mucho mejor dibujando casas pequeñas que diseñando torres, solo necesito tomar buenas decisiones hoy: decisiones reflexivas, amorosas, que dan vida, decisiones difíciles a veces. Más allá de consultarme a mí y a mí mismo, necesito hablar con Jesús que, por naturaleza, solo quiere lo que es bueno y correcto. Cuando no sé cómo, cuándo y dónde terminará, necesito confiar en que algo surgirá. Cuando nuestros pensamientos son inseguros, el Señor nos dice, como le dijo a Jeremías, “Yo sé muy bien lo que haré por ustedes—yo sé muy bien lo que haré por ustedes; les quiero dar paz y no desgracia y un porvenir lleno de esperanza.”